miércoles, 20 de mayo de 2009

Cannes 2009: De Tarantino a Raimi. Dos maneras de reinventarse

Perdón por la no actualización durante el día de ayer. Créanme que fue el más conflictivo de los 3 años que llevo aquí en Cannes. Un piquete de huelga dejó sin luz a buena parte de la ciudad y a mí me tiró por tierra todos mis planes que pasaban por ir al mercado a revisar un par de títulos y una actualización con tan sóla una película, Vincere, no procedía, la verdad.

Dígamoslo ya, a falta de unos pocos días y películas para completar el festival, esto no lo salva ya nadie. No existe ningún indicio que en competición se vaya a encontrar tan siquiera una película que sobrepase el notable. Haneke y Tsai Ming Liang parecen las últimas esperanzas pero yo como cronista ando tan desesperanzado que no pondría la mano en el fuego por ninguno de los dos. Se puede decir, y espero equivocarme, que la competición de este año es la más floja en decadas.

Tarantino era el hombre indicado para levantar el festival. Su nueva película era lo suficientemente esperada como para en un hecho inaudito, llenar dos salas en su pase para la prensa. A las 8 de la mañana no quedaba un asiento libre en un cine de más de 2000 butacas. Algo que a riesgo de equivocarme debe ser de las pocas veces que ha pasado en la historia del certamen.

Inglorious Basterds es el certificado de defunción del Tarantino pre Death Proof. La ruptura definitiva con una narrativa más o menos convencional y la irrupción de un nuevo Tarantino que parece ser la esencia pura del anterior concentrada en grandes frascos. Lo malo de las esencias puras es que funcionan en pequeñas cantidades. De la misma manera que Von Trier ha venido a provocar con su Anticristo, el director de Kill Bill, ha venido a eliminar de un plumazo todos los convencionalismos del cine bélico de la segunda Guerra Mundial. Ya no es que su película se adhiera a la nueva ola de revisionismo del papel judío durante el conflicto, es que lo derriba de una patada. Inglorious Basterds no es la Valkiria versión Grindhouse, sino es que es la nemesis que pretende canibalizar y ridiculizar a la obra de Singer (donde se dice Singer, bien se podría decir Spielberg o tantos y tantos directores empeñados en repetir tópicos y conceptos durante más de una decada). Pero si por algo destaca la nueva obra del cineasta de Tennesse es por ser su mayor poema hacia el mundo del cine que juega un papel fundamental dentro de la su obra. La desligación narrativa llega a tales extremos que la película, divivida en 5 extremos y con constantes elipsis temporales entre ellas, acaba por ser reducida espacialemente a las estancias donde estas ocurren. Así, en el primer capítulo asistimos a la presentación del Coronel Hans Landa, auténtico descubrimiento del film, encerrado en una pequeña cabaña somentiendo a un interrogatorio a un granjero francés.
Film complicado de valorar y que supone una nueva reinvención en toda regla de un autor dispuesto a nunca encasillarse. Habrá que esperar al montaje definitivo para grabar a fuego nuestra opinión.

Si Tarantino se somete a un necesario ejercicio de riesgo en cada película, Sam Raimi se acobarda con cada ejercicio de estilo. Arropado por la protección que le daba la seguridad de encontrarse en una franquicia fílmica, ha decidido tras su decepcionante pero interesante Spiderman 3, refugiarse en el género que le vio crecer. Arrástrame al infierno es la versión infantilizada y mainstream de su trilogía Evil Dead. Un cuento PG 13 que deja de relieve la poquísima garra que tiene Raimi a la hora de crear tensión y como recurre a los sustos auditivos y visuales ante la carencia de atmósfera. Es de agradecer la contundente fisicidad y la abundancia de fluidos con la que se riega la cinta, pero es que al fin y al cabo no deja de ser un estirado cartoon de Tex Avery que no deja precisamente en buen lugar a su director, al que su paso al mainstream ha domesticado hasta límites insospechados hace años.

Enric González, columnista habitual del diario El País y escritor del libro Historias del Calcio, realizaba una radiografía del país transalpino a través del fútbol con el fin de comprender la idiosincracia de la nación a través de su deporte rey. En uno de sus capítulos, reflejaba como fútbol y política se podían entremezclar y diferir entre sí, hasta el punto de que diversos miembros del gobierno simpatizaran con ideas de izquierda y apoyaran a equipos de marcado caracter fascista. Entender el Calcio es entender a Italia y entender Italia es necesario para entender la mejor película mostrada hasta la fecha en competición, el Vincere de Marco Belloccio. Film desmesurado, casi operístico, a la altura del personaje que retrata (es la historia de la amante de Benito Mussolini), hecho desde las tripas, muy pasional, en definitiva muy italiano. La basculación entre el homenaje fílmico y el tratado documental de las imágenes- ya sea a través de la inclusión de diferentes imágenes panfletarias o como la Mussolini es retratado en la segunda mitad del metraje unicamente mediante imágenes documentales- sienta de maravilla a una película que acaba por ser una extraña e ilógica respuesta italiana al clasicismo desmedido de El Intercambio de Clint Eastwood.

Varios comentarios breves:

  • Les Herbes folles de Resnais: El veterano realizador francés juega de manete interesante con las concepciones del noir clásico en el enésimo homenaje al cinematógrafo que vemos este año. Desgraciadamente su paso por la comedia es tedioso y aburrido. Tan sólo el público francés pareció reaccionar ante los chistes de la película. Su marciano final anima la función pero no lo suficiente como para salvar el resto.
  • Looking for Eric de Ken Loach: Vista tarde pero a tiempo. Salvando las distancias de volver a encontrarnos con un film con las mismas cuestiones temáticas rancias de la ultima filmografía de Loach (¿para cuándo el despido fulminante de Laverty?), es una película agradable en su concepción de cuento de hadas y en la cotidianidad de sus imágenes y personajes. Por supuesto, la increíble presencia de Eric Cantona hace mucho. En cierta manera la película parece una secuela del Millones de Danny Boyle.
  • I Love you Phillip Morris: Presentada en la Quincena de Realizadores. El acierto definitivo de los antaño guionistas Ficarra y Requa, que parecen haber olvidado los errores de sus anteriores trabajos - Bad Santa y Una pandilla de pelotas- para presentar la historia de un Jim Carrey convertido en parásito social y aprovechándose del sistema para vivir una confortable vida de gay. Amoralidad y amor se dan la mano en una película que no ha debido convencer del todo a la estrella de Hollywood que decidió no acudir a la presentación de la misma en el pase nocturno de la Quinzena.
PD: El cansancio se acumula y lo puedo notar en el desgaste de mis textos. Espero que el lector me sepa perdonar.

PD2: Aficionados al género fantástico, apunten otro nombre: Pontypool de Bruce McDonald.

lunes, 18 de mayo de 2009

Cannes 2009: Y Von Trier se sacó la polla

... y nos meó a todos, aunque me queda la duda si fue una meada o una eyaculación furtiva. En un festival, donde hasta el momento el tedio irrumpe la gran mayoría de las proyecciones, que Von Trier haya decidido indignar de sobremanera a las plateas, me parece un ejercicio de soberana genialidad. Digámoslo claro, Anticristo es una basura de película, una revisión psicoterapeutica de los torture porn de Eli Roth, James Wan o Darren Lynn Bosumann. Ni siquiera las intenciones pictóricas del danés, que trata por todos los medios de recrear el infierno al más puro estilo Milton, William Blake o incluso Goya, dan algo de patina de calidad a la película, sobretodo cuando se abusa de un aintiestético zoom digital y se eligen esos encuadres aberrantes.


Nunca un personaje acabó más parecido a su parodia, el Von Trier de Anticristo acaba siendo engullido por Von Trier encarnado por Joaquín Reyes. Los postulados fílmicos que hacía gala el manchego es su imprescindible Celebrities, acaban por resultar verdades irrebatibles una vez vista la película. Charlotte Gainsbourgh se pasea desnuda por el bosque gritando "Bastard" y es imposible no recordar las palabras de Reyes sobre Los Idiotas y el lucimiento de "choteras" justificado por el guión.
Sabedor de su papel de agitador oficial del cine europeo, el cineasta decide ofrecer un ejercicio fílmico interactivo que pone a prueba al crítico y su capacidad de reacción ante un film decididamente aleatorio. Para el recuerdo dos planos: un zorro mirando a cámara para interpelar "Chaos Reigns (El caos reina)" y la dedicatoria final hacia Tarkovski.

Ayer tuve el grave desliz de no comentar nada, falta de sueño y lucidez one more time, de una de las películas que mejor recibimiento ha tenido y que de momento encabeza el cuadro crítico de Variety. Un prophete es la nueva película de Jacques Audiard, realizador hasta ahora casi ejemplar y que había destacado con la magnífica De latir mi corazón se ha parado. Su nueva película es un drama carcelario sobre un joven musulmán, delincuente de poca monta que llegará a convertirse en un auténtico hampón del crímen. Realizada con pulso y buen tino narrativo, de hecho se acoge a todos y cada uno de los cánones de este particular subgénero, el tono liberal reaccionario de la película y su absoluta falta de innovación acaban lastrando un producto que como digo está rodado con un buen hacer casi intachable. La idea de que el individuo alejado de la soceidad y que a través de su inserción en los mecanismos gubernamentales (prisión) acabe siendo corrompido por ellos hasta convertirse en un peligro por la sociedad es simplemente deleznable. Audiard comentó en la rueda de prensa sobre su inspiración en las series de televisión americanas, algún crítico rescató que la película bebía de The Wire (ultimamente todo bebe de la creación de David Simon, lo que tienen las modas...), yo creo que ni siquiera llega se puede acercar a Oz y que acaba convertida en un nuevo El precio del poder para los jovenes musulmanes de los suburbios de Marsella. Roba lo que quieras, pues el sistema te ingresará en prisión y te dará la posibilidad de convertirte en un "gangster". Aquí no existe el castigo, la oportunidad de redención o el peso de la culpabilidad, el final acaba glorificando la violencia y los hechos concurridos, el mal ha triunfado y con una legión de fieles soldados dispuestos a seguir sus pasos. Film muy peligroso ideológicamente.

¿Por donde empezar con Agora? No lo sé. Podría comenzar diciendo que Amenábar ha creado un nuevo género llamado Peplum Pagafantas. Podría decir que la ensimismación del chileno (¿Conviene cambiarle de nacionalidad según convenga su éxito o su fracaso?) con la astronomía me recuerda a la del niño que acaba de visitar el planetario y sueña con ser astronauta o que la complejidad de las tramas entre personajes está cerca de cualquier película de instituto. Me cuesta encontrar algo salvable en Agora, su mensaje pacificador entre religiones y credos es tan bienintencionado como ridículo -continuemos con la alegoría del niño que en este caso quiere salvar el mundo pidiendo que todos sean buenos-, la revindicación de una figura histórica femenina queda solapada por el empeño ridículo de Amenábar de dar una lección histórica de astronomía (si bien habría que recordar tanto a Gil como Aménabar que dar cierta veracidad histórica y situar la existencia de Hipatia en la Biblioteca de Alejandría son cosas contrarias). Todo acaba confluyendo cuando Amenábar explica que lo más complicado del proyecto fue encontrar el título y que Agora le resultó perfecto por ser el centro donde se reunían todas las religiones a discutir sus postura. Una metáfora tan tontorrona como el mensaje final de convivencia de todos los pueblos.
Amenábar ya ha tenido su capricho, rodar una película de época con gran presupuesto, con otra estrella internacional de carrera sólida y ha gastado 140 minutos de metraje para hacer su propio juguete sobre su nueva obsesión: la astronomía. En el fondo su jugada no difiere mucho de la de Ridley Scott en El Reino de los Cielos, dirigir épicas abigarradas en desuso y combinarlas con mensajes liberales del siglo XXI que calen de manera fácil y nada sutil. Si me obligan a quedarme con algo, es con la interpretación de Max Minghella, que salvo a base de miradas y contención un personaje tan aburrido y plano como toda la película.

Al final Nobuhiro Suwa salva mi día y puedo coger el último pase del mercado para ver Yuki y Nina, una deliciosa historia de realismo mágico. Donde Miyazaki y Naomi Kawase parecen darse la mano.

PD: Se rompe el mito de las fiestas del festival. Acudo a la fiesta de estreno de Agora y acaba resultando tan desarbolada como la propia película. Mucho periodista español dispuesto a aprovechar malamente la barra libre, cubatas calientes y escasa comida. La recesión no tiene nada que ver, creo que las míticas fiestas de Cannes deben ser como los mundiales de futbol para Uzbekistán, pasa una cada cuatro años y nunca estaremos invitados. Al menos aprovecho la fiesta para saciarme de alcohol y charlar brevemente con Darren Aronofksy.

domingo, 17 de mayo de 2009

Cannes 2009: Mother Lover

Ya lo cantaban Andy Samberg y Justin Timberlake hará un par de semanas en el SNL, - I´m a Mother Lover, youre a Mother Lover. We should fuck each others mothers- sólo nos acordamos de las madres a la hora de mentar a las ajenas. En Cannes, dos películas se han encargado de revindicar la figura materna y su arraigo para con sus congéneres.
Mother, la nueva película de Bong Joon Hoon es la crónica de un triunfo casi anunciado. El asentamiento dentro de los grandes de un director que pese a la irregularidad de su última película, The Host, sus aciertos siempre acaban imponiéndose a sus pausibles defectos. La historia de una madre coraje que persigue la inocencia de su hijo, un adolescente con una llamativa discapacidad especial, permite el realizador surcoreano seguir explorando en las capacidades del noir asiático y mezclar de una manera brillante comedia y drama, solidificando así un estilo propio que había ido construyendo durante sus primeros trabajos.
Drama, culpabilidad, redención, el peso del pasado, la necesidad de lucha del individuo frente a la sociedad jerarquizada, críticos hacia los estamentos de la policía koreana - algo que viene siendo muy habitual en el cine de género como pudimos observar en la reciente The Chaser, aparte de toda la filmografía de Joon Hoo-, sociedades corruptas y pasivas o la importancia de la familia se dan de la mano en una película que merecería haber sido seleccionada en la Sección Oficial. Boon Joon Hoo se sitúa en esa peligrosa zona templada de la clasificación autoral donde se es lo suficientemente conocido para no ser considerado nunca un descubrimiento y no se es lo suficientemente prestigioso para que te aplaudan hagas lo que hagas. Si existe un cine invisible, tambien deberían existir los autores invisibles.

Grace también es un homenaje a la figura materna, pero al contrario que su colega surcoreano, Paul Solet decide decantarse por el mundo de terror para abordar la figura maternal. Problablemente desde Vinyan, otra película sobre el patriarcado maternal, no me sentía tan perturbado en una sala de cine. Jordan Ladd, actriz fetiche de Eli Roth y que también apareció en el Death Proof de Tarantino, es una madre que tras diversos abortos consigue quedar por fin embarazada hasta que un trágico accidente provoca la muerte de su marido y que su hija nazca muerta... hasta que milagrosamente vuelve a la vida tras los esfuerzos de su madre.
El sorprendente debut de Paul Solet - anteriormente rodó un corto de mismo título que es la genesis de este proyecto- es una espiral insoportable de visiones donde realidad y pesadillas se confunden siendo imposible distinguar los distintos planos, donde el tiempo se detiene para no existir y relegar el metraje a un mero bucle dantesco al más puro estilo David Lynch. Homenaje en toda regla al género femenino, con personajes nada estereotipados y con distintos perfiles de madres y mujeres que acabarán topándose de bruces con la tragedia en un visceral final. Pequeña gran joya del cine indie de terror norteamericano que sigue deparando grandes sorpresas año tras año.

Por último, esta mañana se ha proyectado Vengeance de Johnnie To, que curiosamente también versa sobre una figura familiar, en este caso, un padre que está dispuesto a vengar la muerte de su propia hija y su familia.
La falta de sueño, la abundancia de cansancio y la mezcla de ideas de las diversas películas que se van acumulando durante el festival me hace casi imposible ejercer un juicio acertado sobre la película. ¿Nos encontramos ante un To en horas bajas ejerciendo de cineasta apagado o por el contrario se ha marcado una suerte de homenaje parodia al polar francés decididamente crepuscula? De la misma manera no acabo de saber si la presencia de Johnny Halliday es un lastre para la película - para la vista no me cabe duda a tenor de sus horribles operaciones estéticas- o el cineasta hongkonés ha ejercido una operación tremendamente similar a la de Darren Aronofsky en El luchador. El tono decididamente socarrón, rozando la total absurdez, sobretodo en el desenlace de la película, me hace sospechar que hay mucho más de lo que aparenta en un primer visionado, y que tras la apariencia de una shoot em up movie de difícil brío y dudosa calidad puede que nos encontremos ante la enésima revisión del western de Sam Peckinpah con el héroe más crepuscular y apagado de la historia del cine reciente. Un segundo visionado aclarará dudas.

Me niego a acabar la crónica sin comentar dos cosas. Mi absoluta falta de previsión y compatibilidad de horarios ha hecho que me pierda una de las películas que tenía apuntadas como fijas del festival, Yuki & Nina de Nobuhiro Suwa. La ley de Murphy dice que la película debe rayar a una gran altura. Espero poder a acceder a ella en un futuro pase de mercado aunque me da que ya los he perdido todos.

2.- No puedo acabar sin comentar muy brevemente y espaciar a mañana al tremendo batacazo de Aménabar y Agora. No me gusta hacer leña del arbol caído, y en el caso de Aménabar hay mucha ave de rapiña que no duda en despedazarlo a la más mínima oportunidad y necesidad, y el resultado se venía venir de lejos, pero creanme que el producto final es mucho más aberrante de lo que cualquiera podría imaginar. No hay absolutamente nada salvable y pequeño anticipo, la posición del chileno como demiurgo universal y planetario de la historia. Y lo que más me jode de todo es que es la película que me ha hecho perderme la de Suwa, pero uno se debe antes a cuestiones laborales que a puramente cinéfilas.

sábado, 16 de mayo de 2009

Cannes 2009: Hippies, Astronautas y Cintas de vídeo.

Cannes ansía el cine americano. La crítica que normalmente afila sus garras y colmillos durante el resto del año, espera a los festivales a congratularse con el cine que llega desde Hollywood. Sólo así es plausible explicar como la última película de Ang Lee salió victoriosa de su envite con la prensa y recibió una calida e inmerecida ovación.

Taking Woodstock, es la reconstrucción más o menos fidedigna, en torno de comedia de la organización del famoso festival del que este año se celebra el 40º Aniversario. La elección del realizador taiwanés se antojaba perfecta para continuar su particular radiografía de los entresuelos de la comunidad americana e incluso imaginarla como una pseudoprecuela de La tormenta de hielo, precisamente su única película a competición en Cannes hasta el día de ayer.
El problema es que la comedia de Lee es más chillona que elocuente, y todo queda reflejado en el personaje de Imelda Stauton, madre del protagonista y una vieja bruja rusa y judía obsesionada por el dinero y por cobrar de más a los huéspedes de su hotel y que supuestamente contiene los momentos más memorables de la película, entre los que circulan varias patadas en los huevos y una decena de ahuyentamientos a los hippies. Lee, uno de los cineastas más geniales e innovadores de la escena contemporánea, se muestra terriblemente apagado en su recreación de la época, usando los consabidos cambios de formato para afirmar el tono de pseudodocumental histórico y volviendo a usar la pantalla partida con resultados desastrosos. Mención aparte merece el desastroso viaje lisérgico del protagonista. Un punto de fuga que tendría que haber resultado vital para personaje y película y que acaba resultando ridículo y alargado. Probablemente donde triunfe inconscientemente Lee sea en el derrumbe del sueño americano de libertad y demostrar que bajo la carpa de un gran acto que supuestamente cambió el mundo no hay nada, solo queda barro. Exactamente igual que en la película.
Siempre nos quedará Dewey Cox para escapes anfetamínicos y Die Hippie, Die de South Park

También dentro de la Sección Oficial, Jame Campion estrenó su Bright Star, hagiografía de los últimos días del poeta John Keats y su relación con su vecina, Fanny Brawne. Exacerbadamente clásica, la realizadora neozalandesa continua las pautas narrativas de las teleseries de la BBC basadas en las obras de Jane Austen que los nuevos trazos que adquirió el cine de época con la llegada de Joe Wright (Orgullo y Prejuicio, Expiación). La intimidad de la pareja, un amor imposible cercano a la vez que distante y una confianza plena en los textos de Keats, que son salpicados y recitados cada vez que se tiene la ocasión son las bazas de una Campion que pese a la pomposidad con la que construye las escenas nunca ofrece un verdadero empaque visual a la película más allá del mencionado recargo bucólico. Tampoco ayuda la sobrecargada banda sonora a mejorar el producto.

Que una película como Precious se vaya a convertir en una de las grandes sensaciones de la temporada - no en vano, dos de las distribuidoras más reptiles de América como son Lionsgate y Weinstein Co se han enzarzado a pleitos por los derechos de distribución-, sólo se puede explicar en una sociedad en plena crisis de valores. El caso de la película es exactamente idéntico al de Slumdog Millonaire de Danny Boyle, su éxito solo tiene cabida entre un público occidental que está deseoso de revolcarse en la mierda de los menos privilegiados siempre y cuando esa mierda no los salpique. Mientras la protagonista o protagonistas, tengan un hilo al que aferrarse o una esperanza en la vida, todo vale. Por eso, la joven Precious, una enorme joven afroamericana, sufre todo tipo de vejaciones por parte de su madre, es violada por su padre y como consecuencia engendrará a dos hijos, uno de los cuales resultará tener el sindrome de Down - a más inri, será bautizado con el nombre de Mongo, lo cual me recuerda a una conversación del Matt Dillon de Algo Pasa con Mary-. Por si fuera Precious no sabe leer y por acudir a clases de alfabetización se enfrentará a su madre que en un arrebato de ira la propinará una tremenda paliza a ella y a su bebé recién nacido para regodeo del espectador bienpensante. La pornografía del sufrimiento humano está permitido siempre y cuando el resultado de película sea moralizante, ahí radica la máxima del espíritu Iñarritu. Muchos críticos salieron maravillados con las desventuras de esta jovencita del Bronx, que se pasea entre cameos de Mariah Carey- sale fea para demostrar que es buena actriz- y Lenny Kravitz - sale guapo para demostrar que los guapos también pueden sonreir a los feos-, mientras volvían a sus pisos de 300 euros la noche.

Michel Gondry también presentó ayer película, pero como era un documental, sin ningún actor, no pareció interesar mucho a nadie. L´Epine dans coeur, es un homenaje a la tía del realizador francés, una profesora anónima que según el propio Gondry ha influido decisivamente en su vida y su carrera. El realizador de Olvidate de mí, demuestra que el territorio de las historias mínimas y pequeños argumentos es en el que mejor se desenvuelve y si puede ser sin actuar como guionista mejor. Los pequeños retazos de relación amorosa entre García Bernal y Gainsbourg de La ciencia de los sueños y de los momentos de celebración del cine y la música se extraía también lo mejor de Rebobine, por favor, sus dos trabajos más personales. No es de extrañar que en esta historia que le toque de tan cerca y sea tan personal, de lo mejor de sí mismo. Gondry es único a la hora de hacer extraordinario, lo cotidiano y transportarnos a su propio país de las pequeñas cosas. No sólo rompe los convencionalismos de las piezas documentales (las interactuacciones de tía, sóbrino y cámara son memorables) sino que contiene la mejor escena vista en Cannes hasta ahora. Gondry y su tía acudiendo a la escuela donde ésta última había estado trabajando para enfundar ropa invisible a unos pre-escolares. Memorable.

Lo prometido es deuda y mis palabras finales del día de hoy irán dedicadas a Moon (mal que me pese no acabar con uno de los descubrimientos del año, Grace de Paul Solet y que tendrá que ser relegada junto a mañana junto a la muy reaccionaria Un prophete de Jacques Audiard). Es fascinante como la película de Duncan Jones puede alzarse en el panorama de la ciencia ficción con voz propia y peculiar cuando amasa tantas y tantas referencias a clásicos del género. Desde Blade Runner, y de esta en concreto podría hablar largo y tendido, pasando por el Solaris, más de la novela o Soderbergh que de Tarkovsky, el Alien de Ridley Scott. 2001, interesantísima también la reversión de papeles con respecto al clásico de Kubrick, etc... Moon puede convertirse perfectamente en la paronoia corporativista por excelencia de este siglo XXI, se adhiere por ello a esa vertiente de películas que demuestra que el hombre actual no es sino un ser prescindible dentro de la terrible maquinaria institucional en la que nos movemos. Nuestra existencia no significa nada para el ente corporativo. Todos somos sacrificables por el bien mayor. Puro terror metafísico del siglo XXI.
Apoyado por una soberbia composición musical de Clint Mansell, Jones, juega habilmente a ser un esteta y recrearse en los bellísimos planos lunares y dar un respiro oxigenado a la agonía que supone estar encerrado con el astronauta protagonista en los pasillos de esa base lunar que acaba por convertirse en un ente más de un conjunto fantasmal. Mención aparte convienen destacar la utilización de Sam Rockwell, como elemento físico de catársis y auténtico motor a través de su perfilada actuación de toda la historia principal, demostrando una vez más que se encuentra en la élite de los actores nortemaericanos de la actualidad. Una lástima no poder extender más por falta de espacio, tiempo y fuerzas, pero habrá mucho tiempo para hablar de Moon, cuando cierto festival imaginémos se digne a programarla.

Mañana más... To, Audiard, Bong Joon-ho, Grace, y alguna nueva vuelta por el mercado.

viernes, 15 de mayo de 2009

Cannes 2009: Aquella bizarra y extraña historia de lo nuestro

Segundo día del festival, aunque esto lo escriba desde el tercero y tras sufrir un diluvio universal por la mañana antes del pase de Bright Star de Jane Campion, que como sospechaba no me ha entusiasmado. Y es que soy partidario fielmente de la teoría que un día soltó mi gran amigo Enrique, alguien que saca a Meg Ryan y sus tetas flácidas en pantalla jamás puede ser buen director. Es imposible combatir una lógica tan aplastante.
Durante la jornada de ayer se alzó la primera gran triunfadora del festival, Andrea Arnold. Fish Tank, se adhiere a cierta corriente adscrita dentro del reciente cine británico sobre un esfuerzo por intentar retratar y comprender la juventud y que ha tenido en Shane Meadows, Tom Shankland y James Watkins, estos dos últimos en vertientes a sus máximos exponentes. Arnold sigue con la cámara a la adolescente interpretada por una sensacional Andrea Jarvis, integrante de esa periferia pobre de las grandes ciudades británicas que tanto parecía temer Watkins en Eden Lake. Durante sus primeros minutos, la cámara sigue casi de manera documental y enérgica a Mia, mientras asistimos a sus peleas, intentos furiosos por bailar Breakdance o como plantea liberar a un caballo que permanece encadenado en un descampado por una familia de hermanos gitanos. Como ya hiciera en Red Road, Arnold traza los problemas de comunicación de la sociedad actual, si en aquella los personajes parecían unicamente capaces de comunicarse y observar a sus semejantes por las cámaras de seguridad, aquí las miradas en silencio y a través de las ventanas son una constante. Es la irrupción del personaje de Michael Fassbender, el que acaba por dar un tono a la historia. Convertido en el ocasional novio de su madre, su demostración de afecto hacia Mia acabará desenvocando en un turbador final lleno de sentimientos encontrados y afectados.

Ayer fuera de competición oficial y por deseo expreso de su autor se presentó Tetro, la última película de Francis Ford Coppola y que ha sido presentada en la Quincena de Realizadores. Rodada como todo el mundo ya sabrá en blanco y negro, salvo insertos operísticos en color, y en una supuesta libertad creativa y económica, Tetro acaba convirtiéndo un pequeño drama familiar en su propio y nunca filmada Megalopolis. Coppola obsesionado con su propia figura y su cinefilia, vuelca todos esfuerzos en hacer que una historia tan abigarrada y monstruosa en sus formas y simple en su contenido acabe por funcionar. La historia de un par de hermanos que se reencuentran en Argentina dispuestos a desentramar su pasado con el mundo del teatro de fondo, no tiene las suficientes piernas para soportar un cuerpo fílmico en el que se evacuan desde homenajes más que dudosos a Powell, críticos teatrales con los que adjuntar diversas vendettas personales, recreaciones turísticas bonaerenses al más puro estilo Woody Allen, etc...
No se puede negar la belleza de la combinación entre ese blanco y negro demodé y la utilización del video digital que crea algunas imágenes poderosas y fascinantes pero es demasiada poca cosa para un proyecto con tantas ambiciones.

Un día en Cannes es tan frenético que las emociones provocadas por el estreno de Coppola o por el buen recibimiento de Arnold pueden tapar los estrenos de otras películas y acaben siendo reducidas a un par de líneas. Algo así seguramente le pase al último e irregular trabajo del también muy irregular Park Chan Wook. Uno de esos autores en zona peligrosa, que recibieron loas exageradas en un pasado cercano, su cine se abrió al publico generalista y pasó a ser considerado el enémigo público número 1. Los casos como el del realizador de Oldboy son incontables.
Thirst es la historia de un cura convertido en vampiro por accidente y por accidente, debe ser que la historia trate sobre el vampirismo, porque al realizador koreano, el mito vampírico le sirve como excusa para desarrollar diversas subtramas e identificaciones, sin que en ninguna de ellas se pueda observar el mínimo interés de conjugar cualquiera de las ramificaciones del género. Tan sólo la identificación de la llamada del sexo con la sed de sangre - no olvidemos que estamos hablando de un sacerdote- acaba aportando una nueva visión interesante. El resto, mucho bandazo y poco interés, el metraje sufre de una aguda arritmia galopante, tramas y personajes aparecen y desaparecen y se solapan unas con otras y la dirección está más apagada que de costumbre, se limita a ofrecer travellings elegantes, tan del gusto de realizador, que no aportan más que una sensación de esteticismo impostado.
Al menos, con el bellísimo e inteligente plano final Chan Wook parece encarrillar la historia hacia lo que realmente es, un tratado abigarrado y morboso de lo que significan las relaciones de pareja. El vampirismo es lo de menos, el verdadero elemento fantástico es cómo nos podemos emparejar y soportar los unos a los otros durante tanto tiempo, y como la convivencia acaba por quemar, literalmente, cualquier atisbo de amor.

Cannes es un lugar excepcional para ver cines y comprobar tendencias. La lastima, es que la inmensa mayoría de críticos se dejan la vocación en cuanto se les otorga la acreditación y se dedican a entonar sus tres frases y referentes modelos para quitarse en cuanto antes cualquier película del medio. Por eso, no es de extrañar que un gran escaparate como el Mercado de Films esté desierto de críticos y gacetilleros, al fin y al cabo, a quién le interesa molestarse y buscar películas que no hayan sido apadrinadas hasta ahora. Aquí no hay ningún Olivier Pere, ni ningún crítico de Cahiers que nos salve el culo y nos señales los "descubrimientos a descubrir".
El mercado permite por ejemplo comprobar como Dario Argento, continúa igual de muerto que siempre y como Giallo, es otro escalafón más hacia la infamia y que el talento de este hombre se le debió extinguir hace mucho, mucho tiempo. Pero al menos, nos queda la bizarra imagen de Adrian Brody disfrazado de un trasunto de John Rambo con un maquillaje al más puro estilo Alfonso Arús.
De la misma manera, también comprobamos como la vena del terror francés sigue dando frutos y como muchos realizadores aprovechan para subirse a esta nueva ola y realizar productos mediocres a costa del buen boca a oreja de las películas realizadas durante estos ultimos años. Humans, es un gran ejemplo. Nuevo survival horror donde esta vez unos antropólogos y una familia que practica el senderismo se enfrenta a un puñado de neanderthales que han sobrevivido a la evolución. Tan estúpida como aburrida. Durante su primera hora y diez minutos de película el director finge crear atmósfera para disimular lo escaso del presupuesto y de talento. No mucho mejor pintaba el metraje que nos exhibieron de The Pack, película rural con monstruo, que recordaba a la saga Feast en horas bajas.

Dejaré para mañana un especial sobre otra película que pude ayer ver en el Mercado y que merece un análisis con más pausa y detalles. Esa película se llama Moon.

jueves, 14 de mayo de 2009

Cannes 2009: Primer día y poco más

El año pasado me topé con una realidad contundente frente a mis narices, mientras todo el mundo aplaudía Wall.e como obra cumbre de la animación contemporánea y una de las mejores películas del año, yo me tenía que rendir ante las lecciones magistrales llegadas desde Japón en forma de "Sky Crawlers" (Mamuro Oshii) y la recientemente estrenada y casi ya desaparecida en España, "Ponyo en el acantilado" (Hayao Miyazaki). Lo que para algunos era un ejemplo de ciencia ficción adulta para mí era un horrible ensayo de didactismo basado en los más rancios arquetipos morales de diversas piezas de cinematografía añeja americana. La hipocresía de la empresa de Lassetter no es nueva, en la rueda de prensa de presentación de "Up", ha defendido la integridad de las ideas originales y el respeto total hacia la obra de sus creadores. Me pregunto qué opinaran Jan Pinkava y Chris Sanders eliminados de la faz de la tierra por discrepancias creativas con el jefe de Pixar. No me gusta la bula crítica que tiene Pixar, se que sus inquietudes artísticas están a años luz de las mostradas por sus "rivales" de Dreamworks, pero prefiero el egoísmo monetario a la falsedad. Soy partidario de aquel que va unicamente a por el dinero de mi entrada y que no pretende aleccionarme y por supuesto, sacarme el dinero.
No pretendo aferrarme a una corriente de opinión contraria a la actual, algo muy propio de cualquier crítico y tampoco voy a negar que soy un enfervorecido defensor de las tres primeras películas de Pixar y de esa rara avis que supone "Los Increíbles", que tanto deberíamos revisionar ahora que somos consciente que jamás existirá una buena adaptación de "Watchmen".

Up, me ha encantado, contradictorio con mi anterior párrafo, pero me ha parecido una pieza cinematográfico de un valor altísimo y quizás lo más importante, una continuación de una cierta línea estilística de la factoría Pixar. Para la factoría de Jobs y Lassiter, sus películas son las plasmaciones de las experiencias vividas con películas ajenas. La nostalgía cinematográfica rebosa por todos los poros de su última creación, ya sea desde la recreación de los antiguos seriales de aventuras de los años 50- interesante su apuesta por el género cuando practicamente está muerto o entregado a un componente puramente fantástico-, hasta sus abigarradas set pieces que rozan la parodia y la locura. Sin embargo, el mayor logro de la película es su maravillosa combinación entre drama y comedia, algo que se demuestra en la brillante transición del prólogo de la película donde Ellie y Karl sueñan con tener descendencia mientras observan nubes con formas de bebé para acto seguido encadenar el mismo plano con un rápido encadenado a la consulta de un doctor donde comunican a la pareja la imposibilidad de que puedan tener hijos de manera natural. Y éso es lo que diferencia Up de las producciones anteriores de Pixar, que no es necesario forzar el sentimentalismo a través de personajes caricaturas, es la historia la que lo provoca.
La lástima es que la factoría ahora propiedad de Disney se empeñe una y otra vez en seguir los mismos trazos narrativos y deniegue la evolución a sus películas. El propio John Lassiter niega el crecimiento a sus retoños, condenando una y otra vez sus historias a ser pasadas por el filtro del Americana y que todos los personajes de sus películas se vean obligados a emprender un viaje iniciático del cual saldrán reforzados a través de la experiencia del conocimiento emocional de sí mismos.

Con respecto a ese inmovilismo también se le puede achacar la reducción del elemento tridimensional a puro mercantileo. Up está diseñada en 2 dimensiones, y la imagen en estéreo sólo es utilizada para aumentar la belleza de las numerosas tomas paisajísticas que ofrece la película. Una lástima, una oportunidad fallida con respecto a la aceptación de las 3 Dimensiones en un marco tan prestigioso y conservador como Cannes.

Tampoco me quiero dilatar mucho más, aunque podría hablar largo y tendido de la sensación que me produce ahora mismo enfrentar Monster House de Gil Kenan y este Up, sobretodo el tratamiento cinematográfico de las mismas y de las curiosas semejanzas que se dan a partir de cierto momento de metraje.

Ayer también se presentó Spring Fever de Lou Ye. Poca cosa, la presencia de Ye en el festival por segunda vez consecutiva parece responder más a motivos políticos que estrictimante ecónomicos. Que sea un cineasta perseguido por la censura de su país y que se ganara un veto de 2 años por exhibir una película sin su autorización le ha granjeado cierta fama. Y es que su nivel de cineasta no da para una sección Oficial por más que sea interesante una visión poliédrica y distanciada de la China actual lejos de los panfletos que suele apoyar el gobierno de ese país (verdad que si John Woo?). Lastima que la película sea un horror, de un ritmo plomizo y de una nula narrativa, por más que se esfuerce en subir la temporatura del metraje con escenas de sexo explícitas. La relación de unos jóvenes que marca el retrato de la actual china dejó muy frío a la platea que se largó sin tan siquiera dedicar un pitido a la película. La indeferencia es el mayor de los pecados en un festival como Cannes y para Lou Ye, van dos seguidas.


martes, 12 de mayo de 2009

Cannes 2009









































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