martes, 13 de marzo de 2012

9 Muestra SyFy, días 3 y 4: El funeral del susto

Debo sentir de un comienzo la tardanza por las siguientes crónicas, tardanza derivada de circunstancias de causa mayor tales como que no me apetecía una mierda escribirlas. A su vez, también debo disculparme por no cubrir todas las películas del festival, habiéndome saltado The Prodigies 3D (Antoine Charreyron, 2011), Atrocious ( Fernando Barreda Luna, 2010) y Apollo 18 (Gonzalo López-Gallego, 2011) ante la promesa de invertir mejor el tiempo entre cenas y amistades. Pero de igual manera que son pocos los que leen este blog y que no debo rendir cuentas a nadie, invito al presente (de haberlo) a que obvie este párrafo en toda su extensión.

 La jornada del sábado, que suele ser la jornada de la carnaza en todas las muestras a las que he asistido, reservaba dos films de interés por los nombres tras ellos: Lucky McKee, uno de los realizadores de terror más interesantes de la última década (y van...) y Abel Ferrara, un alma en pena perdida en su propia autocomplaciencia nihilista. El primero brinda con The Woman (2011) un auténtico paseo por las miserias de la civilización occidental con pulso de cirujano, adaptando el material del ahora idolatrado Jack Ketchum con una progresión digna del más experimentado realizador del horror.
  De primeras, el planteamiento de "terror feminista" resulta un encasillamiento atroz, en tanto la película consigue acaparar un espectro de bajezas humanas poco usual en el género a estas alturas; sin embargo, se ajusta perfectamente a la definición en tanto la figura del padre represor, de buena planta, humor y carisma (ídolo de su hijo o, al menos, pastor de su oveja) condiciona al resto de personajes femeninos sin cortapisas, sin moralinas; simple y llanamente una fuerza autoproclamada que primero las humilla, por segundo las somete, con ello las enfrenta y, por ende, las provoca para su particular cruzada. Todo el tramo final es un auténtico despliegue de metáforas sobre la transformación (que no destrucción) del núcleo familiar, siempre supeditado a figuras superiores, y el extraño y hermoso plano final resulta más revelador que cualquier proclama rancia y conservadora sobre familias modernas (sí, estoy pensando en cierta serie de televisión).
  McKee borda la función con su estilo directo y lírico, atrevido por momentos, siempre ajustado a las exigencias del guión; el uso del sonido de forma visceral, induciendo a la tortura, o de la arriesgadísima banda sonora que podría rozar el videoclip pero que, con sapiencia, economiza en las escenas más truculentas y emocionantes de la película hace de él un director que, película a película, demuestra una madurez estilística y temática pocas veces vista en estos tiempos.

Ferrara, sin embargo,decide aguar el buen gusto con su personal promocional de Apple (dos portátiles, dos iPhone, un iPad... ¡títulos de crédito con la estética de Apple!); 4:44 Last Day on Earth (2011) entra en esa categoría de Ferrara posterior a The Funeral (1996), donde todas sus películas son palos de ciego con algún que otro ramalazo interesante, pero de un nivel y falta de interés indigno del realizador de King of New York (1990) o Bad Lieutenant (1992). Lo que en sus obras era un Nueva York salvaje y vivo, ha ido transformándose paulatinamente en un lugar repelente, de artisteo barato e ínfulas grandilocuentes, con el cáriz de lástima que provoca vislumbrar el círculo hermético y autocomplaciente en el que se ha asentado y desde donde sus obras maestras no son más que un buen recuerdo.
El lamento es mayor en tanto uno se para a pensar en el leitmotiv de la película bajo el prisma de los buenos años del realizador, y el juego que hubiera dado su visión pesimista y compleja sobre los personajes ante la idea del fin del mundo. A falta de suerte, Ferrara se queda en tierra de nadie en un mundo donde los únicos referentes de su fin son el exceso de información, más pecado donde cae que concepto extrapolado; en unos collages visuales banales , impersonales, de reminiscencias de un videoarte absolutamente desfasado (del tipo que ya nace desfasado, diría). Con todo, hay momentos en los que se deja entrever (escenas de charlas comunes, un soliloquio desesperado) que no todo estaría perdido de no ser por el propio anquilosamiento del autor. Al menos sus películas con Asia Argento mostraban pechos más grandes.

Pasando a lo que sería la última jornada del festival, y obviando el Phenomena que decidí perderme, la llegada de The Innkeepers (Ti West, 2011) suponía una de mis mayores esperanzas dentro de la muestra, más por comentarios ajenos sobre la obra de su autor y las ganas de saciar mi curiosidad sobre ellos. Con total fortuna el joven realizador crea una película sencilla e intimista sobre dos personajes perfectamente reconocibles, en base a la clásica historia de fantasmas tratada desde el punto de vista del fan de estos fenómenos. Lejos de mostrar al típico papanatas de curiosidad grimosa, el guión de West planta a ambos en una posición ligeramente escéptica, más pendientes del pasar el rato en un trabajo aburrido que de la búsqueda de resultados, y donde las primeras apariciones de fenómenos van desvelando los intereses de cada uno. De una forma natural y creíble somos cómplices de esos intereses, de las motivaciones del joven abocado a un trabajo alienante y donde las espectativas de futuro pasan por remover el pasado sin conocer bien sus consecuencias. Todo envuelto de una factura implecable, con buen pulso sobre el ritmo que exige el género (incluido algún acto de chulería para con el espectador) y el maravilloso juego consistente en obviar el susto para recoger la reacción del mismo; que el momento más terrorífico de toda la película no sea enseñado suma puntos, y aunque no resulte nuevo sí que recalca los intereses de un realizador que puede dar mucha guerra con tales ideas. Si creen que me paso diciendo que se trata de terror clásico costumbrista, por favor, hagánmelo saber.

Un domingo a las 23:00 se presta a una película tranquila y sosegada, que vaya reduciendo el ritmo y frene la muestra sin estridencias: no parece ser la idea compartida por los organizadores, ya que Lobos de Arga (Juan Martínez Moreno, 2011) estaría mucho mejor colocada en una sesión golfa de madrugada de sábado. Sorpresa personal del festival, el director de la muy estimable Dos Tipos Duros (2003) ofrece una comedia simpática, perfecta para ver en compañía, respetuosa con el género del modo que las gastábamos por aquí hace bastantes años. Quizás los localismos rurales-gallegos jueguen fácil a su favor, o quizás que mis espectativas estaban tan bajas ante un reparto con Secun de la Rosa presente (actor del que entiendo el 50% de lo que dice, y de ese porcentaje le veré sentido a la mitad) y un cartel abominable, pero debería estar ya bastante curtido ante esos detalles como para tener que sorprenderme cada vez que encuentro una película que supera tan superficiales escollos. Todo el film respira del buen cine barato, una cierta idea de currarse los límites, y aunque de vez en cuando se precipite en escenas gastando todos sus recursos y dejando yermas otras tantas, en su conjunto resulta un estimable film que seguramente no corra tanta suerte ante el público objetivo. Recalcar la siempre genial presencia de Manuel Manquiña, que por lo menos a un servidor supone pensar en el clásico "todas putas, aunque lo piense" en cuanto la película mete un bajón; un ejercicio de abstracción que me ha salvado en muchas ocasiones.

 Dada por finalizada la muestra, recalcar la mejora en cuanto proyección en los Cines Callao, pero también apuntar incoherencias tales como contar con pase de prensa y no permitir fotografiar el interior de la sala; la insistencia ciega de algún acomodador con la mala gestión de las colas... y, por supuesto y queja de los más mitómanos (que no comparto), el fin de la era Palafox. Por mí que se queden aquí. Eso sí: con más asiático, por favor.

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