Segundo día del festival, aunque esto lo escriba desde el tercero y tras sufrir un diluvio universal por la mañana antes del pase de Bright Star de Jane Campion, que como sospechaba no me ha entusiasmado. Y es que soy partidario fielmente de la teoría que un día soltó mi gran amigo Enrique, alguien que saca a Meg Ryan y sus tetas flácidas en pantalla jamás puede ser buen director. Es imposible combatir una lógica tan aplastante.
Durante la jornada de ayer se alzó la primera gran triunfadora del festival, Andrea Arnold. Fish Tank, se adhiere a cierta corriente adscrita dentro del reciente cine británico sobre un esfuerzo por intentar retratar y comprender la juventud y que ha tenido en Shane Meadows, Tom Shankland y James Watkins, estos dos últimos en vertientes a sus máximos exponentes. Arnold sigue con la cámara a la adolescente interpretada por una sensacional Andrea Jarvis, integrante de esa periferia pobre de las grandes ciudades británicas que tanto parecía temer Watkins en Eden Lake. Durante sus primeros minutos, la cámara sigue casi de manera documental y enérgica a Mia, mientras asistimos a sus peleas, intentos furiosos por bailar Breakdance o como plantea liberar a un caballo que permanece encadenado en un descampado por una familia de hermanos gitanos. Como ya hiciera en Red Road, Arnold traza los problemas de comunicación de la sociedad actual, si en aquella los personajes parecían unicamente capaces de comunicarse y observar a sus semejantes por las cámaras de seguridad, aquí las miradas en silencio y a través de las ventanas son una constante. Es la irrupción del personaje de Michael Fassbender, el que acaba por dar un tono a la historia. Convertido en el ocasional novio de su madre, su demostración de afecto hacia Mia acabará desenvocando en un turbador final lleno de sentimientos encontrados y afectados.
Ayer fuera de competición oficial y por deseo expreso de su autor se presentó Tetro, la última película de Francis Ford Coppola y que ha sido presentada en la Quincena de Realizadores. Rodada como todo el mundo ya sabrá en blanco y negro, salvo insertos operísticos en color, y en una supuesta libertad creativa y económica, Tetro acaba convirtiéndo un pequeño drama familiar en su propio y nunca filmada Megalopolis. Coppola obsesionado con su propia figura y su cinefilia, vuelca todos esfuerzos en hacer que una historia tan abigarrada y monstruosa en sus formas y simple en su contenido acabe por funcionar. La historia de un par de hermanos que se reencuentran en Argentina dispuestos a desentramar su pasado con el mundo del teatro de fondo, no tiene las suficientes piernas para soportar un cuerpo fílmico en el que se evacuan desde homenajes más que dudosos a Powell, críticos teatrales con los que adjuntar diversas vendettas personales, recreaciones turísticas bonaerenses al más puro estilo Woody Allen, etc...
No se puede negar la belleza de la combinación entre ese blanco y negro demodé y la utilización del video digital que crea algunas imágenes poderosas y fascinantes pero es demasiada poca cosa para un proyecto con tantas ambiciones.
Un día en Cannes es tan frenético que las emociones provocadas por el estreno de Coppola o por el buen recibimiento de Arnold pueden tapar los estrenos de otras películas y acaben siendo reducidas a un par de líneas. Algo así seguramente le pase al último e irregular trabajo del también muy irregular Park Chan Wook. Uno de esos autores en zona peligrosa, que recibieron loas exageradas en un pasado cercano, su cine se abrió al publico generalista y pasó a ser considerado el enémigo público número 1. Los casos como el del realizador de Oldboy son incontables.
Thirst es la historia de un cura convertido en vampiro por accidente y por accidente, debe ser que la historia trate sobre el vampirismo, porque al realizador koreano, el mito vampírico le sirve como excusa para desarrollar diversas subtramas e identificaciones, sin que en ninguna de ellas se pueda observar el mínimo interés de conjugar cualquiera de las ramificaciones del género. Tan sólo la identificación de la llamada del sexo con la sed de sangre - no olvidemos que estamos hablando de un sacerdote- acaba aportando una nueva visión interesante. El resto, mucho bandazo y poco interés, el metraje sufre de una aguda arritmia galopante, tramas y personajes aparecen y desaparecen y se solapan unas con otras y la dirección está más apagada que de costumbre, se limita a ofrecer travellings elegantes, tan del gusto de realizador, que no aportan más que una sensación de esteticismo impostado.
Al menos, con el bellísimo e inteligente plano final Chan Wook parece encarrillar la historia hacia lo que realmente es, un tratado abigarrado y morboso de lo que significan las relaciones de pareja. El vampirismo es lo de menos, el verdadero elemento fantástico es cómo nos podemos emparejar y soportar los unos a los otros durante tanto tiempo, y como la convivencia acaba por quemar, literalmente, cualquier atisbo de amor.
Cannes es un lugar excepcional para ver cines y comprobar tendencias. La lastima, es que la inmensa mayoría de críticos se dejan la vocación en cuanto se les otorga la acreditación y se dedican a entonar sus tres frases y referentes modelos para quitarse en cuanto antes cualquier película del medio. Por eso, no es de extrañar que un gran escaparate como el Mercado de Films esté desierto de críticos y gacetilleros, al fin y al cabo, a quién le interesa molestarse y buscar películas que no hayan sido apadrinadas hasta ahora. Aquí no hay ningún Olivier Pere, ni ningún crítico de Cahiers que nos salve el culo y nos señales los "descubrimientos a descubrir".
El mercado permite por ejemplo comprobar como Dario Argento, continúa igual de muerto que siempre y como Giallo, es otro escalafón más hacia la infamia y que el talento de este hombre se le debió extinguir hace mucho, mucho tiempo. Pero al menos, nos queda la bizarra imagen de Adrian Brody disfrazado de un trasunto de John Rambo con un maquillaje al más puro estilo Alfonso Arús.
De la misma manera, también comprobamos como la vena del terror francés sigue dando frutos y como muchos realizadores aprovechan para subirse a esta nueva ola y realizar productos mediocres a costa del buen boca a oreja de las películas realizadas durante estos ultimos años. Humans, es un gran ejemplo. Nuevo survival horror donde esta vez unos antropólogos y una familia que practica el senderismo se enfrenta a un puñado de neanderthales que han sobrevivido a la evolución. Tan estúpida como aburrida. Durante su primera hora y diez minutos de película el director finge crear atmósfera para disimular lo escaso del presupuesto y de talento. No mucho mejor pintaba el metraje que nos exhibieron de The Pack, película rural con monstruo, que recordaba a la saga Feast en horas bajas.
Dejaré para mañana un especial sobre otra película que pude ayer ver en el Mercado y que merece un análisis con más pausa y detalles. Esa película se llama Moon.
El cine en dos veranos
Hace 2 años
2 comentarios:
Excelente, excelente, pero también habla de la Pataki!!! jaja, disfruta crack!.
Buen trabajo, Chino.
Una sorpresa que hayas podido ver Moon, esperando estoy los comentarios.
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