miércoles, 20 de mayo de 2009

Cannes 2009: De Tarantino a Raimi. Dos maneras de reinventarse

Perdón por la no actualización durante el día de ayer. Créanme que fue el más conflictivo de los 3 años que llevo aquí en Cannes. Un piquete de huelga dejó sin luz a buena parte de la ciudad y a mí me tiró por tierra todos mis planes que pasaban por ir al mercado a revisar un par de títulos y una actualización con tan sóla una película, Vincere, no procedía, la verdad.

Dígamoslo ya, a falta de unos pocos días y películas para completar el festival, esto no lo salva ya nadie. No existe ningún indicio que en competición se vaya a encontrar tan siquiera una película que sobrepase el notable. Haneke y Tsai Ming Liang parecen las últimas esperanzas pero yo como cronista ando tan desesperanzado que no pondría la mano en el fuego por ninguno de los dos. Se puede decir, y espero equivocarme, que la competición de este año es la más floja en decadas.

Tarantino era el hombre indicado para levantar el festival. Su nueva película era lo suficientemente esperada como para en un hecho inaudito, llenar dos salas en su pase para la prensa. A las 8 de la mañana no quedaba un asiento libre en un cine de más de 2000 butacas. Algo que a riesgo de equivocarme debe ser de las pocas veces que ha pasado en la historia del certamen.

Inglorious Basterds es el certificado de defunción del Tarantino pre Death Proof. La ruptura definitiva con una narrativa más o menos convencional y la irrupción de un nuevo Tarantino que parece ser la esencia pura del anterior concentrada en grandes frascos. Lo malo de las esencias puras es que funcionan en pequeñas cantidades. De la misma manera que Von Trier ha venido a provocar con su Anticristo, el director de Kill Bill, ha venido a eliminar de un plumazo todos los convencionalismos del cine bélico de la segunda Guerra Mundial. Ya no es que su película se adhiera a la nueva ola de revisionismo del papel judío durante el conflicto, es que lo derriba de una patada. Inglorious Basterds no es la Valkiria versión Grindhouse, sino es que es la nemesis que pretende canibalizar y ridiculizar a la obra de Singer (donde se dice Singer, bien se podría decir Spielberg o tantos y tantos directores empeñados en repetir tópicos y conceptos durante más de una decada). Pero si por algo destaca la nueva obra del cineasta de Tennesse es por ser su mayor poema hacia el mundo del cine que juega un papel fundamental dentro de la su obra. La desligación narrativa llega a tales extremos que la película, divivida en 5 extremos y con constantes elipsis temporales entre ellas, acaba por ser reducida espacialemente a las estancias donde estas ocurren. Así, en el primer capítulo asistimos a la presentación del Coronel Hans Landa, auténtico descubrimiento del film, encerrado en una pequeña cabaña somentiendo a un interrogatorio a un granjero francés.
Film complicado de valorar y que supone una nueva reinvención en toda regla de un autor dispuesto a nunca encasillarse. Habrá que esperar al montaje definitivo para grabar a fuego nuestra opinión.

Si Tarantino se somete a un necesario ejercicio de riesgo en cada película, Sam Raimi se acobarda con cada ejercicio de estilo. Arropado por la protección que le daba la seguridad de encontrarse en una franquicia fílmica, ha decidido tras su decepcionante pero interesante Spiderman 3, refugiarse en el género que le vio crecer. Arrástrame al infierno es la versión infantilizada y mainstream de su trilogía Evil Dead. Un cuento PG 13 que deja de relieve la poquísima garra que tiene Raimi a la hora de crear tensión y como recurre a los sustos auditivos y visuales ante la carencia de atmósfera. Es de agradecer la contundente fisicidad y la abundancia de fluidos con la que se riega la cinta, pero es que al fin y al cabo no deja de ser un estirado cartoon de Tex Avery que no deja precisamente en buen lugar a su director, al que su paso al mainstream ha domesticado hasta límites insospechados hace años.

Enric González, columnista habitual del diario El País y escritor del libro Historias del Calcio, realizaba una radiografía del país transalpino a través del fútbol con el fin de comprender la idiosincracia de la nación a través de su deporte rey. En uno de sus capítulos, reflejaba como fútbol y política se podían entremezclar y diferir entre sí, hasta el punto de que diversos miembros del gobierno simpatizaran con ideas de izquierda y apoyaran a equipos de marcado caracter fascista. Entender el Calcio es entender a Italia y entender Italia es necesario para entender la mejor película mostrada hasta la fecha en competición, el Vincere de Marco Belloccio. Film desmesurado, casi operístico, a la altura del personaje que retrata (es la historia de la amante de Benito Mussolini), hecho desde las tripas, muy pasional, en definitiva muy italiano. La basculación entre el homenaje fílmico y el tratado documental de las imágenes- ya sea a través de la inclusión de diferentes imágenes panfletarias o como la Mussolini es retratado en la segunda mitad del metraje unicamente mediante imágenes documentales- sienta de maravilla a una película que acaba por ser una extraña e ilógica respuesta italiana al clasicismo desmedido de El Intercambio de Clint Eastwood.

Varios comentarios breves:

  • Les Herbes folles de Resnais: El veterano realizador francés juega de manete interesante con las concepciones del noir clásico en el enésimo homenaje al cinematógrafo que vemos este año. Desgraciadamente su paso por la comedia es tedioso y aburrido. Tan sólo el público francés pareció reaccionar ante los chistes de la película. Su marciano final anima la función pero no lo suficiente como para salvar el resto.
  • Looking for Eric de Ken Loach: Vista tarde pero a tiempo. Salvando las distancias de volver a encontrarnos con un film con las mismas cuestiones temáticas rancias de la ultima filmografía de Loach (¿para cuándo el despido fulminante de Laverty?), es una película agradable en su concepción de cuento de hadas y en la cotidianidad de sus imágenes y personajes. Por supuesto, la increíble presencia de Eric Cantona hace mucho. En cierta manera la película parece una secuela del Millones de Danny Boyle.
  • I Love you Phillip Morris: Presentada en la Quincena de Realizadores. El acierto definitivo de los antaño guionistas Ficarra y Requa, que parecen haber olvidado los errores de sus anteriores trabajos - Bad Santa y Una pandilla de pelotas- para presentar la historia de un Jim Carrey convertido en parásito social y aprovechándose del sistema para vivir una confortable vida de gay. Amoralidad y amor se dan la mano en una película que no ha debido convencer del todo a la estrella de Hollywood que decidió no acudir a la presentación de la misma en el pase nocturno de la Quinzena.
PD: El cansancio se acumula y lo puedo notar en el desgaste de mis textos. Espero que el lector me sepa perdonar.

PD2: Aficionados al género fantástico, apunten otro nombre: Pontypool de Bruce McDonald.

2 comentarios:

Diego dijo...

¡Ánimo, Roberto, que ya queda poco! ¿Qué tal la de Haneke? ¿Ha hecho levantar el vuelo a la sección oficial?

chinocudeiro dijo...

La de Haneke regularcilla. Demasiado decimononica, encima me dormi los 5 ultimos minutos de pelicula despues de aguantar el resto como un campeon y me tuvieron que contar el final al dia siguiente.

De la que he salido entre maravillado y ofendido es de Enter the Void de Gaspar Noe