sábado, 16 de mayo de 2009

Cannes 2009: Hippies, Astronautas y Cintas de vídeo.

Cannes ansía el cine americano. La crítica que normalmente afila sus garras y colmillos durante el resto del año, espera a los festivales a congratularse con el cine que llega desde Hollywood. Sólo así es plausible explicar como la última película de Ang Lee salió victoriosa de su envite con la prensa y recibió una calida e inmerecida ovación.

Taking Woodstock, es la reconstrucción más o menos fidedigna, en torno de comedia de la organización del famoso festival del que este año se celebra el 40º Aniversario. La elección del realizador taiwanés se antojaba perfecta para continuar su particular radiografía de los entresuelos de la comunidad americana e incluso imaginarla como una pseudoprecuela de La tormenta de hielo, precisamente su única película a competición en Cannes hasta el día de ayer.
El problema es que la comedia de Lee es más chillona que elocuente, y todo queda reflejado en el personaje de Imelda Stauton, madre del protagonista y una vieja bruja rusa y judía obsesionada por el dinero y por cobrar de más a los huéspedes de su hotel y que supuestamente contiene los momentos más memorables de la película, entre los que circulan varias patadas en los huevos y una decena de ahuyentamientos a los hippies. Lee, uno de los cineastas más geniales e innovadores de la escena contemporánea, se muestra terriblemente apagado en su recreación de la época, usando los consabidos cambios de formato para afirmar el tono de pseudodocumental histórico y volviendo a usar la pantalla partida con resultados desastrosos. Mención aparte merece el desastroso viaje lisérgico del protagonista. Un punto de fuga que tendría que haber resultado vital para personaje y película y que acaba resultando ridículo y alargado. Probablemente donde triunfe inconscientemente Lee sea en el derrumbe del sueño americano de libertad y demostrar que bajo la carpa de un gran acto que supuestamente cambió el mundo no hay nada, solo queda barro. Exactamente igual que en la película.
Siempre nos quedará Dewey Cox para escapes anfetamínicos y Die Hippie, Die de South Park

También dentro de la Sección Oficial, Jame Campion estrenó su Bright Star, hagiografía de los últimos días del poeta John Keats y su relación con su vecina, Fanny Brawne. Exacerbadamente clásica, la realizadora neozalandesa continua las pautas narrativas de las teleseries de la BBC basadas en las obras de Jane Austen que los nuevos trazos que adquirió el cine de época con la llegada de Joe Wright (Orgullo y Prejuicio, Expiación). La intimidad de la pareja, un amor imposible cercano a la vez que distante y una confianza plena en los textos de Keats, que son salpicados y recitados cada vez que se tiene la ocasión son las bazas de una Campion que pese a la pomposidad con la que construye las escenas nunca ofrece un verdadero empaque visual a la película más allá del mencionado recargo bucólico. Tampoco ayuda la sobrecargada banda sonora a mejorar el producto.

Que una película como Precious se vaya a convertir en una de las grandes sensaciones de la temporada - no en vano, dos de las distribuidoras más reptiles de América como son Lionsgate y Weinstein Co se han enzarzado a pleitos por los derechos de distribución-, sólo se puede explicar en una sociedad en plena crisis de valores. El caso de la película es exactamente idéntico al de Slumdog Millonaire de Danny Boyle, su éxito solo tiene cabida entre un público occidental que está deseoso de revolcarse en la mierda de los menos privilegiados siempre y cuando esa mierda no los salpique. Mientras la protagonista o protagonistas, tengan un hilo al que aferrarse o una esperanza en la vida, todo vale. Por eso, la joven Precious, una enorme joven afroamericana, sufre todo tipo de vejaciones por parte de su madre, es violada por su padre y como consecuencia engendrará a dos hijos, uno de los cuales resultará tener el sindrome de Down - a más inri, será bautizado con el nombre de Mongo, lo cual me recuerda a una conversación del Matt Dillon de Algo Pasa con Mary-. Por si fuera Precious no sabe leer y por acudir a clases de alfabetización se enfrentará a su madre que en un arrebato de ira la propinará una tremenda paliza a ella y a su bebé recién nacido para regodeo del espectador bienpensante. La pornografía del sufrimiento humano está permitido siempre y cuando el resultado de película sea moralizante, ahí radica la máxima del espíritu Iñarritu. Muchos críticos salieron maravillados con las desventuras de esta jovencita del Bronx, que se pasea entre cameos de Mariah Carey- sale fea para demostrar que es buena actriz- y Lenny Kravitz - sale guapo para demostrar que los guapos también pueden sonreir a los feos-, mientras volvían a sus pisos de 300 euros la noche.

Michel Gondry también presentó ayer película, pero como era un documental, sin ningún actor, no pareció interesar mucho a nadie. L´Epine dans coeur, es un homenaje a la tía del realizador francés, una profesora anónima que según el propio Gondry ha influido decisivamente en su vida y su carrera. El realizador de Olvidate de mí, demuestra que el territorio de las historias mínimas y pequeños argumentos es en el que mejor se desenvuelve y si puede ser sin actuar como guionista mejor. Los pequeños retazos de relación amorosa entre García Bernal y Gainsbourg de La ciencia de los sueños y de los momentos de celebración del cine y la música se extraía también lo mejor de Rebobine, por favor, sus dos trabajos más personales. No es de extrañar que en esta historia que le toque de tan cerca y sea tan personal, de lo mejor de sí mismo. Gondry es único a la hora de hacer extraordinario, lo cotidiano y transportarnos a su propio país de las pequeñas cosas. No sólo rompe los convencionalismos de las piezas documentales (las interactuacciones de tía, sóbrino y cámara son memorables) sino que contiene la mejor escena vista en Cannes hasta ahora. Gondry y su tía acudiendo a la escuela donde ésta última había estado trabajando para enfundar ropa invisible a unos pre-escolares. Memorable.

Lo prometido es deuda y mis palabras finales del día de hoy irán dedicadas a Moon (mal que me pese no acabar con uno de los descubrimientos del año, Grace de Paul Solet y que tendrá que ser relegada junto a mañana junto a la muy reaccionaria Un prophete de Jacques Audiard). Es fascinante como la película de Duncan Jones puede alzarse en el panorama de la ciencia ficción con voz propia y peculiar cuando amasa tantas y tantas referencias a clásicos del género. Desde Blade Runner, y de esta en concreto podría hablar largo y tendido, pasando por el Solaris, más de la novela o Soderbergh que de Tarkovsky, el Alien de Ridley Scott. 2001, interesantísima también la reversión de papeles con respecto al clásico de Kubrick, etc... Moon puede convertirse perfectamente en la paronoia corporativista por excelencia de este siglo XXI, se adhiere por ello a esa vertiente de películas que demuestra que el hombre actual no es sino un ser prescindible dentro de la terrible maquinaria institucional en la que nos movemos. Nuestra existencia no significa nada para el ente corporativo. Todos somos sacrificables por el bien mayor. Puro terror metafísico del siglo XXI.
Apoyado por una soberbia composición musical de Clint Mansell, Jones, juega habilmente a ser un esteta y recrearse en los bellísimos planos lunares y dar un respiro oxigenado a la agonía que supone estar encerrado con el astronauta protagonista en los pasillos de esa base lunar que acaba por convertirse en un ente más de un conjunto fantasmal. Mención aparte convienen destacar la utilización de Sam Rockwell, como elemento físico de catársis y auténtico motor a través de su perfilada actuación de toda la historia principal, demostrando una vez más que se encuentra en la élite de los actores nortemaericanos de la actualidad. Una lástima no poder extender más por falta de espacio, tiempo y fuerzas, pero habrá mucho tiempo para hablar de Moon, cuando cierto festival imaginémos se digne a programarla.

Mañana más... To, Audiard, Bong Joon-ho, Grace, y alguna nueva vuelta por el mercado.

1 comentario:

Diego dijo...

Felicidades por las crónicas, Roberto, me tienes enganchado, me parecen de las más fiables que estoy leyendo!