viernes, 9 de marzo de 2012

9 Muestra SyFy, día 1: El olvidado lugar del héroe

Cuando un proyecto se dilata tantísimo como lo ha hecho John Carter (Andrew Stanton, 2012) lo máximo que se puede esperar es un resultado tan manoseado que, en el momento de tocarlo, notas los dedazos de todos los involucrados sin poder encontrar una superficie donde poder coger; de igual manera, todo prejuicio y condicionamiento sobre lo que se mueve por detrás se ven potenciados, desvirtuando la perspectiva, prestándose a una suerte de cruzada personal contra la película si el material de base es apreciado.

 Porque sobre la obra de Burroughs tengo que admitir una gran afinidad, no tanto por su calidad como por ese poso de años y años, el de una referencia aventuresca imperdurable que no cabe en razón alguna más que el puro goce de conceptos exóticos. El sense of wonder que quería evitar usar, pero que se ajusta perfectamente a lo que intento definir... y que el film de Stanton recoge a la perfección, destrozándome a medida que avanza el metraje cualquier atisbo de desconfianza que guardaba con total recelo. No se trata del solemne tostón con pretensiones profundas a la usanza de Avatar (James Cameron, 2009) ni de otros trasvases director animación-imagen real con mucho ruido y poco fuelle como Las Crónicas de Narnia (Andrew Adamson, 2005) que esperaba, si no de un auténtico despliegue de cariño por lo exótico, por ese espíritu pulp que exigía cada relato de Burroughs y que, a día de hoy, cuesta encontrar (o mejor dicho, encontrarlo apreciado). No sabría constatar si la mano de un amante de tales historias como Michael Chabon en el guión tendrá que ver; en cualquier caso, la película discurre cómoda entre lugares inhóspitos, entre el caballero andante y los esterotipos que le rodean.

Y todo se resume en dejar al espectador que se recoste, que no haga ningún esfuerzo en buscar trascendencia y que se deje llevar por lo cotidiano del fantástico. Mensajes más sencillos para épocas más turbulentas (la creación del héroe, la liberación del yugo), máquinas voladoras, intrigas palaciegas y saltos inverosímiles: el esfuerzo (que no debe ser esfuerzo) de la aceptación de un mundo que, en su vuelco cinematográfico, me resulta tan evocador y endiabladamente divertido como pasar otra página de una de esas historias que, lamentablemente, no parecen tener mucha cabida a día de hoy.

*Detalle para todos los paranoicos que buscan antecedentes: Tengan a Traci Lords y Antonio Sabato Jr.: Princess of Mars

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues a mi me parecio un cagao.

M.A.Serralvo dijo...

Y seguro lo es.